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domingo, 7 de abril de 2013

Sobre por qué no veo televisión


“Se van a hacer unos planitos de ustedes a la expectativa, o sea que hagan como si les interesara mucho”, dijo uno de los productores del programa. En ese momento me convencí completamente de que la televisión es una farsa y me entristecí un poco. Pero luego reflexioné y concluí que, de no ser así, este medio ya hubiera quebrado.

La semana pasada estuve en una de las grabaciones de las audiciones de Colombia TieneTalento, porgrama concurso que se emitirá desde mayo por el Canal RCN. Lo primero que sentí cuando llegué al último piso del lugar, donde tuve que hacerme porque no había más puestos libres, fue un aire caliente y espeso, que envolvía un olor intenso a sudor. En el primer piso, en medio de todos los que allá estaban, se veían los jurados: tan perfectos, tan pulcros; tan bien vestidos, tan decentes; tan quietos como quien no se mueve para no untarse de aquello que lo rodea.

Al frente estaba el escenario, lugar en el que los concursantes hacían sus presentaciones y recibían, la mayoría de las veces, los comentarios sarcásticos, odiosos y ofensivos de Alejandra Azcárate, Jose Gaviria y Paola Turbay. Más de los dos primeros que de la última. Además, también se paseaban por la tarima una cantidad de miembros del equipo técnico, quienes se encargaban de que todo estuviera perfecto antes de que la claqueta se cerrara y de que uno de los productores diera la señal de “aplaudan”, justo para empezar la grabación.

Vi tan solo un par de presentaciones antes del receso casi eterno que se tomaron los tres jurados. Durante este tiempo se repartió un refrigerio a las personas del público y se hicieron varios concursos para mantener entretenida a la gente. Un presentador rolo, con un sentido del humor tan pésimo como solo los rolos pueden tener, fue el encargado de tener “animados” a quienes esperábamos que las grabaciones iniciaran de nuevo.

Momentos antes de que los jurados hicieran la entrada triunfal y regresaran a sus sillas, se grabaron una serie de acciones protagonizadas por el público: “vamos a hacer aplausos levantándonos, con toda la euforia, ¡qué espetáculo tan bueno!”, ordenó un productor; “unas risas, así sean fingidas, pero ríanse”, indicó después. Las tomas se repetían tres veces cada una y fueron nueve en total. La mayoría de personas, cual robots manejados por el equipo de producción del programa, obececía a todas las órdenes dadas.

Las grabaciones se reanudaron casi dos horas después, cuando regresaron los jurados. Se presentaron más concursantes, uno cada más o menos 20 minutos porque el equipo de producción necesitaba tiempo para reordenar el escenario. Ya aquí estaba lo suficientemente decepcionada de eso a lo que equivocadamente se le llama Reality Shows, pero algunos comentarios de los jurados lograron fastidiarme más. Me consuelo un poco si pienso que ellos también están medio libretiados y que deben ser tan crudos y ofensivos porque es eso lo que despierta el morbo de la gente y eleva el rating.  

Me fui del teatro con un poco de tristeza, con un poco de fastidio; con la firme conclusión de que la “realidad” en la televisión no es más que una puesta en escena. Y como generalizar es tan sencillo, salí también con muchas razones para argumentar por qué no veo televisión.