Reciclando
curiosidades
Si de algo está seguro Eison es de que un reciclador
nunca tiene sueldo fijo. Hay días en los que el material que se recoge es tan
poco que a cambio le dan unos mil pesos, así como otras veces pueden ganar
muchísimo más, quizás 50 mil. Aunque han pasado dos años desde que Eison dejó
el oficio de reciclador-recolector (los que van por las calles recogiendo
material reciclable en sus carretas para luego venderlo en las bodegas) y ahora
es el administrador de la Asociación de Recicladores de Cali, no olvida todo
aquello que vivió durante los 27 años que recorrió la ciudad con la carreta
apoyada en los hombros. No olvida, por ejemplo, el día en que la vida le dio un
gran golpe de suerte.
“Yo iba por la calle, era un día normal. Estaba haciendo mi trabajo cuando de pronto me
encontré un dije con una virgencita como de este tamaño (unos 3 cm de diámetro),
¡y era de oro!”, comenta Eison, a quien sus compañeros apodan ‘Buñuelo’ por su problema
de obesidad. Esta magnífica coincidencia le dejó 480 mil pesos de ganancia, que ya no recuerda
en qué invirtió.
Sin embargo, la historia de Eison no es la única. Cada
reciclador guarda en su memoria el objeto más curioso que se ha encontrado en
la ‘basura’, así, entrecomillado, porque lo que nosotros botamos es lo que a
ellos les permite vivir. Sin embargo, no todas las experiencias son tan
agradables.
Don Buenaventura Montaño, un hombre negro de unos 60
años, dice entre risas que lo que más recuerda haberse encontrado es “un poco
de caca de perro”. Algunos vecinos incautos mezclan las heces de sus mascotas
con los desechos ordinarios y hacen que los recicladores se lleven sorpresas
poco gratas cuando intentan rescatar material. No obstante, también recuerda
que una vez se encontró 30 mil pesos, un billete de 20 y uno de 10, partidos en
cuatro pedazos. “Los habían partido con sobre y todo, menos mal yo encontré
todos los pedazos y luego los pegué con cinta, porque plata es plata”.
También resalta que uno de los mejores regalos de la
gente es la ropa usada que le obsequian. “Mire, todo lo que tengo puesto hoy me
lo dieron por allá en un condominio donde yo recojo el reciclaje. La ropa más
bonita yo la guardo para fechas especiales”, dice mientras enseña su atuendo.
Luis Horacio Benavides recuerda con picardía aquella
ocasión en la que se encontró un par de aretes de oro y los vendió en 680 mil.
Su hermano Luis Alfonso no ha tenido tanta suerte, pues lo que más recuerda haber
hallado son animales muertos dentro de las bolsas. “La gente bota ratas, gatos
y hasta perros muertos, eso es muy común encontrárselo”, dice al tiempo que
molesta a su hermano diciéndole que esos 680 mil “se los bebió”.
El ‘cochino’
oficio de salvar el planeta
En la Asociación de Recicladores de Cali nadie se escapa
de tener un apodo. Esto lo hacen, quizás, con el fin de divertirse un poco
después de las extenuantes jornadas de trabajo, que a veces sobrepasan las 12
horas recorriendo las calles en busca de material reutilizable. Más que por sus
nombres, se conocen por ‘Shrek’, ‘Shrek 2’, ‘Llanta’, ‘Cólico’, ‘Buñuelo’, ‘Cochino’,
entre otros.
Cochino. El hombre al que le dicen ‘Cochino’, que lleva
unos 24 años en el reciclaje, aclara que su apodo es único en la Asociación
pero no en las calles. Mientras ellos hacen su trabajo hay muchos ciudadanos,
de esos a los que el reciclaje no les da la comida, que los llaman ‘cochinos’, ‘sucios’,
‘desechables’, ‘locos’, ‘drogadictos’ y otras palabras que bajan el ánimo de
cualquier mortal.
“Lo que uno hace es no ponerle cuidado a eso porque sabe
que está haciendo un trabajo honrado”, dice José Noel, el presidente de la
Asociación, quien asegura que el reciclaje le cambió la vida. “Hay muchas
personas, sí, que escarban las bolsas y dejan todo regado. Pero esos no son recicladores, por lo menos no
los que ya están asociados. Por eso es que la gente tiene que reciclar desde
sus casas y entregar el material a los recicladores encargados de la zona, así
evitan regueros”, añade.
Sin embargo, la conciencia ambiental sigue siendo poca.
Tanto así que se denigra a aquellas personas que, con su oficio diario, le
alargan la vida a la Tierra.
Reciclando
curiosidades, segunda parte
De todas las historias, la de Jorge Encizo es quizás la
más curiosa. “Le voy a contar algo, usted no me va a creer pero yo me he
encontrado hasta fetos humanos en la basura”. A simple vista puede parecer
crudo y escandalizador, pero en el fondo, sin querer entrar en un debate sobre
el aborto, es la imagen de un país que se niega a dar el paso de garantizar
interrupciones dignas de los embarazos no deseados, no solamente en las
situaciones estipuladas por la ley sino todas aquellas veces que la madre, como
ser autónomo y poseedor de derechos, no quiera que en su vientre continúe
gestándose una criatura.
Don Jorge ha dejado los fetos ahí, en la calle, hasta que
el carro de la basura pasa y los muele junto al resto de desechos orgánicos que
recolecta.
Para contrarrestar esta poco agradable experiencia, Jorge
recuerda la vez que se encontró un reloj Ferrocarril Antioquia y lo vendió en 2
millones 600 mil pesos.
Y así, para los recicladores, cada día trae sus
sorpresas. Sorpresas en lo que se ganan, sorpresas en lo que les dicen y
sorpresas en lo que se encuentran. En conjunto, todo esto hace parte de los
tesoros de la basura.