Recuerdo que hace exactamente un
año regresé a Cali después de haber estado en Bogotá cuatro meses. Ni mis papás
ni nadie de la familia sabían de mi regreso, así que acudí a un amigo para que
me recogiera temprano en el terminal de transportes. Mi llegada se convirtió en
un gran secreto.
Me sentí muy emocionada cuando
recorrí de nuevo mi ciudad y hasta alegría me dio de ver al MIO agravando uno
que otro trancón. Mi papá fue el primero que me recibió en casa con un abrazo
suave y, creería uno, poco emotivo. Nada qué hacer: hombre poco expresivo. Subí
con alegría los tres pisos para llegar a mi casa y encontré a mi mamá tomando
su baño diario. Debí esperar hasta que culminara su rutina y, cuando salió de
la ducha y me encontró ahí parada, no pudo evitar el grito y las lágrimas. Yo
me asusté, debo aceptarlo. Nada qué hacer: mujer muy expresiva.
Cuatro meses atrás me había ido a
estudiar a la capital. Conocí personas hermosísimas y pude vivir, en carne
propia, eso de que los amigos se vuelvan hermanos. Durante toda mi estadía
lejos de casa comprobé la certeza de aquella ilustre frase de mi sabio padre: “cuando
uno no está es que lo extrañan”. Y sí, extrañaba a mis familiares y amigos,
incluso a aquellos que no soportaba antes.
La casa en la que me hospedé
quedaba, por cálculos matemáticos simples, a más de 100 cuadras de la
universidad. Para colmo de males, de martes a viernes iniciaba clases a las
7:00am. Madrugué como nunca antes y aguanté frío como un verraco, porque no me gusta el agua caliente. Soporté también, cada
mañana, la respiración en mi cuello de la gente que iba apiñada en el Transmilenio,
que por cierto no tenía aire acondicionado. Además, y esto sí que es un secreto
de Estado que acaba de morir para ser público y publicado, desarrollé mis más
bajos instintos y, en ocasiones, hice un uso descarado de la comida de la
familia con la que vivía. Nada qué hacer: niña de estómago grande.
Todo lo vivido, cual libro de
superación personal, me ayudó a crecer enormemente. Muestra de esto fue mi cumpleaños
número 19, que tuve que pasar lejos de casa. Además, pude conocer a personas importantes
que al menos me servían para aterrar y despertar la envidia de uno que otro
compañero de Cali. Lastimosamente las cosas no tuvieron un final perfecto, como
había sido todo lo hasta ahí vivido.
El día sábado 4 de noviembre de
2011, mi amiga-hermana-housemate María del Mar me invitó a una fiesta en casa de
su novio. Además, irían su hermana y otra gran amiga. Como era de costumbre,
sus papás no le iban a dar permiso, así que decidió inventar una de sus
famosísimas mentiras: nos quedaríamos en casa de su mejor amiga, en una especie
de “noche de niñas”, después de una pequeña celebración.
Y así como la famosa canción de
Sabina, “nos dieron la una, las dos y las tres” y la fiesta aún continuaba.
Mientras María le hacía justicia a su borrachera con actos incoherentes a cada
instante, mis otras dos amigas y yo resolvíamos acertijos en la cocina. Llegó
el momento de dormir y todos caímos en un sueño profundo… bueno… casi todos.
Nos levantamos al día siguiente
y, mientras nos alistábamos para regresar a casa, entró la única llamada capaz
de arruinarlo todo: en la pantalla del celular de María decía “papá”. Se le
dijeron varias mentiras que él no creyó y, después de un día de discusiones y
lloriqueos, terminé “de patitas en la calle”. Con mucha valentía, agarré mis
enormes maletas y decidí iniciar aquella aventura: regresaría a casa sin tener
nada preparado y sin que ningún familiar lo supiera. Eso fue un domingo hace
365 días.
Llegué al día siguiente con algunas
partes del cuerpo adoloridas por la posición que mantuve en el bus. Ese día
sentí que recuperé todo y lo valoré como nunca antes: pude sentir de nuevo y en
vivo el amor de mi familia, la tranquilidad de mi hogar, el calor deliciosito
de mi ciudad, la amabilidad de la gente y el cariño de mis amigos. Además,
saboreé de nuevo la comida hecha en casa y mi colchón me pareció tan
maravilloso como nunca antes. En ese momento, después de pensar en todo lo que
había vivido, aprendido, sufrido y disfrutado, me di cuenta de que hay que irse
para poder volver.
*Imagen tomada de http://mividaentacones59.blogspot.com/2012/05/regreso.html