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sábado, 22 de diciembre de 2012

Automática

Anoche también me soñé que estaba vendiendo zapatos: siga, bienvenido. ¿Qué busca? Con mucho gusto, ya se lo traigo. Como no quería pensar más en eso que había hecho los nueve días anteriores y que haría durante cuatro días más, abría los ojos y me concentraba en el techo blanco. Sin embargo, segundos después se me volvían a cerrar los párpados… y llegaba de nuevo aquel sueño fastidioso.


Al final, terminé por aceptar que ese sueño terrible sería parte, lo quisiera o no, de aquella noche de diciembre. Lo soñé con todas las ganas y me desperté cansada de tanto trabajar. Me fastidia que la rutina se me meta en los sueños. Ya la imaginación y el subconsciente no me dan para viajar de noche a otros lugares o vivir cosas fantásticas y maravillosas, sino que me tienen ahí, vendiendo zapatos… o, tal vez, soñar eso ya hace parte de mi rutina del momento.

Esto de trabajar en temporada sí que es cosa seria. El hecho es que durante el día sí debo hacerlo de verdad, verdad: buenas tardes, bienvenido. ¿Busca algo en especial? ¿Le gusta así?      Pensamiento que se cuela: estos no van a comprar nada.      ¿De qué color lo buscaba? Si gusta, puede medirse este. Claro, bien pueda siga y se sienta. Le voy a pasar el derecho.      Sensación que aflora: ¡GAS! Tiene pecueca.      ¿Cómo lo siente? Se le ve muy bonito. Tenga en cuenta que eso le cede. ¿Le traigo otro número? Mídaselo en este color para comprobar la talla. ¿Sí lo siente mejor? ¡Claro, le horma más bonito!   Mente que no se calla: eso le queda muy ancho.   Mire, le trajo el otro. Ah, ¿vuelve más tarde? Bueno, aquí lo espero. Hasta luego. Con mucho gusto.      Idea irreprimible: ¡Puta vida!

Y entonces llega otro cliente y se repite la rutina: Buenas tardes, bienvenido. No, no. Hay que cambiar: Bienvenido, buenas tardes. Y sucede una, dos, diez, quince y muchas veces más. Y se me cansan los pies y me duele la espaldita. Y salgo muy tarde y me monto en el MIO y me vengo a mi casa y como algo rápido y pierdo tiempo en internet  y me acuesto a dormir y me sueño que vendo zapatos. Y me doy cuenta de que me he vuelto automática.

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