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lunes, 4 de febrero de 2013

La supernumeraria


Cuando medio abrí el ojito, acostada en la camilla y con un pánico enorme, vi que el doctor se estaba echando la bendición. Él, al sentirse descubierto, me confesó, con una naturalidad de la que sería incapaz de dudar, que siempre se encomendaba a Dios antes de iniciar cualquier procedimiento quirúrgico. Yo suspiré e intenté relajarme un poco: “no va a doler, no va a doler. Lo puedo controlar, el dolor es mental”.

Resulta que no tenía cuatro muelas cordales sino cinco. Lo descubrió una odontóloga en la radiografía, cuando notó la presencia una especie de alien diminuto que estaba encima de la cordal superior derecha. Mi mamá dice que esa calcificación obedece a la succión excesiva de líquido materno en mi etapa lactante, es decir, que me salió otro diente por chupar tanta teta. Y yo le creo, suena coherente. El problema, a fin de cuentas, no era la supernumeraria: eran los estragos que las “muelitas del juicio” estaban causando en mi boca. Había que sacarlas.

El doctor empezó con la de arriba. Me sacaría tres y luego, en otra cita, las otras dos. Me puso la anestesia en dos lugares con la promesa de que no dolería, aunque a mí me dolió hasta el alma. Esperó un momento, pero cuando irrumpió con sus pinzas yo aún sentía dolor. Sugirió aplicarme más anestesia y acepté sin pensarlo: prefería otro dolorcito en el alma en vez de sentir cómo me arrancaban la muelita de las entrañas. Cuando me chuzó, lo sentí todo. Efectivamente, la anestesia no me había hecho suficiente efecto.

Encontrar un buen cirujano no fue tarea fácil. Averigüé primero con una doctora y todo me salía, aproximadamente, en 900mil pesos. El estómago se me retorció y preferí abandonar ese consultorio. Fue la mejor decisión. Luego visité a otro y me hicieron de nuevo toda la cotización: “te lo dejo… mm… todo, las cinco… en… mm… 650mil”. No estaba mal, pero seguía siendo muy alto para el presupuesto de una estudiante. Después averigüé con otra odontóloga que, aún con la radiografía en mano, no se dio cuenta de que tenía una muela de más. Ay, ay. Si no notó algo tan evidente, corría el riesgo de que hasta me confundiera las muelas y terminara sacándome las que no eran. Acabé en el consultorio del doctor Villada, el cirujano elegido por haber demostrado su profesionalismo en el diagnóstico y, más importante aún, por haberme dado un muy buen precio para las extracciones.

Cuando el forcejeo comenzó, empecé a gemir del dolor. Fue tanto mi lloriqueo que el odontólogo tuvo que decirme que por favor hiciera silencio porque lo inquietaba a él. Hicimos el trato de que yo solo me quejaría en caso de que me doliera, y ahí me di cuenta de que lo mío eran ganas de joder: no sentía dolor alguno, solamente la impresión de los movimientos.  Con las mejores intenciones, el cirujano me comentaba el procedimiento para que yo fuera perdiendo los nervios: “ya te cogió la anestesia, ahora voy a introducir las pinzas, voy a agarrar la muela”. Sin embargo, en un momento me confesó algo que jamás deseé haber escuchado: “ahora voy a levantarte la encía” ¿Levantar la encía? ¿Quién no se aterroriza cuando le anuncian que le van a levantar la encía? Casi me desmayo. Logré soportarlo todo y salieron las dos primeras muelas. El pequeño alien ya estaba fuera de mí.

Me dejó sola un momento y lo que más deseé fue ver a mi mamá. A ella no la habían dejado entrar que porque el consultorio era muy pequeño. A pesar de que le rogué al doctor que le permitiera pasar, le dije que no importaba porque ella era chiquita y le aseguré que se acomodaría sin problema en cualquier parte, la respuesta fue negativa siempre. Estaba yo ahí sola, tirada en una camilla, con la boca a medio cerrar y un sabor a sangre que ya me estaba hostigando. De no ser porque me fascina ese sabor a hierro, hubiera vomitado sin remedio alguno.

Momentos después, quizás unos 10 minutos más tarde, regresó el doctor Villada. Esta vez se alistaba para sacarme la muela cordal inferior derecha, la que más me molestaba. Sus raíces estaban hacia lados contrarios y esto complejizaba la situación. Gaza, pinzas y alicate: la muela no quería salir. Abajo no me cogió muy bien la anestesia y en esta ocasión no pude contener las lágrimas. Lloré tanto que, creo, la camilla quedó empapada. El doctor no me puso cuidado sino que siguió con el procedimiento: entre más rápido, mejor. No podíamos dejar que el poco adormecimiento que tenía se pasara por completo. Yo, en la mente, le hacía promesas a mi muelita para que saliera sin problemas: “Sal de ahí, chiquita, que te quiero conocer. Te prometo que no te dejaré, estarás siempre conmigo. Apúrate que me estás haciendo daño”. Por todas mis súplicas, creo, la muela se partió. El doctor la sacó en dos partes y yo seguí llorando, pero de la alegría. Me cogieron los puntos y se dio por terminada la operación. Estaba viva, eso era lo importante. Viva y con tres muelas menos.

Lo último que me preguntó del doctor, después de haberme parado de la camilla mojada y haber visto a mi madre de nuevo, no se me hizo nada gracioso: “Bueno, ¿para cuándo programamos la próxima cita?”. “Para nunca, doctor”, le grité en mis adentros. Pero como la buena educación fue algo que me enseñaron desde chiquita, preferí decirle que luego planeábamos eso. Muy bueno el doctor, pero ese tipo de dolores son poco tolerables para mí. Guardé mis muelas en una servilleta, pero antes las observé con detenimiento. Estaban asquerosas,  llenas de sangre y de tejidos blandos. Sin embargo, debía cumplirles la promesa que les hice para que salieran fácil: que las iba a conservar siempre conmigo.

2 comentarios:

  1. Hola, la manera en la que escribes me gusta mucho, yo tambien tenia un blog, pero eso fue mas una tarea de clase que una vision de lo que enrealidad queria mostrar, pero siento que es de gran responsabilidad lo que haces y mas aun, mostrar la creatividad escribiendo desde cosas cotidianas y mostrarlas tan propias y que a todos nos puede llegar a interesar, porque a cualquiera nos puede pasar. Me alegraron tus escritos, Muchas gracias por permitir colocar mi mente en otro lugar y olvidarme de que a partir de mañana tengo parciales en la U.

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