Ayer, el senador Álvaro Uribe Vélez visitó la Pontificia Universidad
Javeriana Cali en calidad de supuesto participante del foro ‘Visiones para Colombia’. Y digo ‘supuesto’
porque terminó siendo prácticamente el único participante: si discurso
arrollador, redundante y jactancioso opacó la dinámica de foro que se quería
promover. En este sentido, hubiera sido mejor denominar el evento ‘Comparaciones
entre los gobiernos Uribe y Santos, desde la perspectiva de Álvaro Uribe’.
Antes de que entrara Uribe, el padre Luis Fernando Granados,
quien se encargó de darle apertura al evento, explicó que no se podía permitir
el ingreso a quienes estaban a fuera por cuestiones de seguridad: y es que
claro, por lógica simple se entiende que no es conveniente ocupar las vías de
evacuación de un auditorio al que le caben unas 300 personas. No obstante, cuando
el venerable expresidente preguntó el porqué de la restricción en el ingreso,
el padre flaqueó en su decisión y fue cómplice de una violación a los
protocolos de seguridad: “Que entren todos los que están afuera, abran las
puertas”, dijo justo después de que Uribe expresara que debían ingresar todos
los que cupieran “por respeto a la universidad y al pluralismo”. ¿Respeto,
señor Uribe? Usted no sabe qué es eso.
Después de que el padre Granados y el director del programa
de Derecho le dieran la bienvenida al ‘presidente’ (así se dirigían a él, pese
a que hace cinco años finalizó su gobierno), el invitado principal (y único) propuso un
mecanismo que él mismo aprobó sin consultar con el auditorio: primero hablaría
de lo que hizo en su gobierno 2002-2010 y luego daría inicio a una sesión de
preguntas en la que le podían hablar sobre cualquier tema: los paramilitares,
las Convivir, sus hijos, etc.
Cerca de media hora duró la primera intervención, en la que Uribe
se dedicó a pronunciar frases como (léanse con entonado acento uribesco) “En mi
gobierno, la tasa de desempleo disminuyó”, “En mi gobierno, logramos atraer la
inversión extranjera para apoyar el emprendimiento”, “En mi gobierno…”, “En mi
gobierno…”, “En mi gobierno…”. Queda claro que Uribe no se considera un senador
sino que sigue hablando como expresidente.
Y si las preguntas no fueron muy interesantes, las
respuestas sí que menos. El invitado recogió una primera tanda de cinco
cuestionamientos que replanteó a su manera para seguir hablando de (léase otra
vez con entonado acento uribesco) “En mi gobierno…”, “En mi gobierno…”, “En mi
gobierno…”.
Me llamó especialmente la atención un estudiante de Derecho
cuyo nombre no recuerdo, pero que se pude reconocer fácilmente en la
universidad porque es tan bajito, tan bajito, que parece que Gulliver lo
hubiese sacado de Lilliput. Se paró con entusiasmo y pronunció unas pocas
palabras, pero tuvo que hacer señas para que Uribe lo pudiera ubicar en medio
de todos los que estaban sentados. En ese momento, con digno acento de
leguleyo, le preguntó al senador que por qué no proponía un nuevo referendo y
recogía firmas “entre todos los que queremos que usted vuelva a la presidencia”.
El comentario fue ovacionado de inmediato, como cuando uno de niño le decía a
la mamá que se había portado bien solo para sentir su aprobación. No,
compañero. Por su dignidad, por su seguridad y por su tranquilidad y la de
todos los demás, no haga esas propuestas.
Tuve que retirarme del ‘foro’ antes de que se terminara. Más
que un análisis del discurso político que he escuchado desde hace 13 años, me
centré en observar comportamientos y captar sensaciones. Y si así piensan y actúan
los futuros abogados de nuestro país, no hay muchas esperanzas…
Sé que a la salida se consolidó la oposición. Pancartas y
arengas en contra del senador protagonizaron el momento. Hubo heridos. Sí, en
una universidad privada quisieron acallar a la oposición. A Juan Pablo Ortega,
de Comunicación, le reventaron la boca cuando le hizo un reclamo a Uribe. Sé
también de otras personas que salieron golpeadas por expresar su desacuerdo
ante una política de sangre y dolor, pero todo se quedó así y los malestares
intentaron calmarse con frases como “usted sabe cómo es Uribe, mejor no se meta
con él”.
Es interesante que la universidad abra espacios de debate y
conversación, pero sería más interesante aún que no se note el sesgo desde el
principio, que no se les salga el “presidente” a quienes presidan el evento y
que no se revienten las bocas de los que no están de acuerdo, de los que no
estamos de acuerdo.
Muy buen relato Lina.
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