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viernes, 13 de marzo de 2015

Reflexiones acerca del día en el que Álvaro Uribe pisó mi universidad (literal y metafóricamente)

A las 2:20 hizo su entrada triunfal. Mientras la multitud que estaba afuera del auditorio le gritaba improperios, adentro lo recibieron con muestras de cariño y admiración que rayaban en fanatismo: fui testigo de cómo algunas señoras le besaban las manos y se inclinaban ante él como haciéndole una reverencia.

Ayer, el senador Álvaro Uribe Vélez visitó la Pontificia Universidad Javeriana Cali en calidad de supuesto participante del  foro ‘Visiones para Colombia’. Y digo ‘supuesto’ porque terminó siendo prácticamente el único participante: si discurso arrollador, redundante y jactancioso opacó la dinámica de foro que se quería promover. En este sentido, hubiera sido mejor denominar el evento ‘Comparaciones entre los gobiernos Uribe y Santos, desde la perspectiva de Álvaro Uribe’.

Antes de que entrara Uribe, el padre Luis Fernando Granados, quien se encargó de darle apertura al evento, explicó que no se podía permitir el ingreso a quienes estaban a fuera por cuestiones de seguridad: y es que claro, por lógica simple se entiende que no es conveniente ocupar las vías de evacuación de un auditorio al que le caben unas 300 personas. No obstante, cuando el venerable expresidente preguntó el porqué de la restricción en el ingreso, el padre flaqueó en su decisión y fue cómplice de una violación a los protocolos de seguridad: “Que entren todos los que están afuera, abran las puertas”, dijo justo después de que Uribe expresara que debían ingresar todos los que cupieran “por respeto a la universidad y al pluralismo”. ¿Respeto, señor Uribe? Usted no sabe qué es eso.

Después de que el padre Granados y el director del programa de Derecho le dieran la bienvenida al ‘presidente’ (así se dirigían a él, pese a que hace cinco años finalizó su gobierno),  el invitado principal (y único) propuso un mecanismo que él mismo aprobó sin consultar con el auditorio: primero hablaría de lo que hizo en su gobierno 2002-2010 y luego daría inicio a una sesión de preguntas en la que le podían hablar sobre cualquier tema: los paramilitares, las Convivir, sus hijos, etc.

Cerca de media hora duró la primera intervención, en la que Uribe se dedicó a pronunciar frases como (léanse con entonado acento uribesco) “En mi gobierno, la tasa de desempleo disminuyó”, “En mi gobierno, logramos atraer la inversión extranjera para apoyar el emprendimiento”, “En mi gobierno…”, “En mi gobierno…”, “En mi gobierno…”. Queda claro que Uribe no se considera un senador sino que sigue hablando como expresidente.

Y si las preguntas no fueron muy interesantes, las respuestas sí que menos. El invitado recogió una primera tanda de cinco cuestionamientos que replanteó a su manera para seguir hablando de (léase otra vez con entonado acento uribesco) “En mi gobierno…”, “En mi gobierno…”, “En mi gobierno…”.

Me llamó especialmente la atención un estudiante de Derecho cuyo nombre no recuerdo, pero que se pude reconocer fácilmente en la universidad porque es tan bajito, tan bajito, que parece que Gulliver lo hubiese sacado de Lilliput. Se paró con entusiasmo y pronunció unas pocas palabras, pero tuvo que hacer señas para que Uribe lo pudiera ubicar en medio de todos los que estaban sentados. En ese momento, con digno acento de leguleyo, le preguntó al senador que por qué no proponía un nuevo referendo y recogía firmas “entre todos los que queremos que usted vuelva a la presidencia”. El comentario fue ovacionado de inmediato, como cuando uno de niño le decía a la mamá que se había portado bien solo para sentir su aprobación. No, compañero. Por su dignidad, por su seguridad y por su tranquilidad y la de todos los demás, no haga esas propuestas.

Tuve que retirarme del ‘foro’ antes de que se terminara. Más que un análisis del discurso político que he escuchado desde hace 13 años, me centré en observar comportamientos y captar sensaciones. Y si así piensan y actúan los futuros abogados de nuestro país, no hay muchas esperanzas…

Sé que a la salida se consolidó la oposición. Pancartas y arengas en contra del senador protagonizaron el momento. Hubo heridos. Sí, en una universidad privada quisieron acallar a la oposición. A Juan Pablo Ortega, de Comunicación, le reventaron la boca cuando le hizo un reclamo a Uribe. Sé también de otras personas que salieron golpeadas por expresar su desacuerdo ante una política de sangre y dolor, pero todo se quedó así y los malestares intentaron calmarse con frases como “usted sabe cómo es Uribe, mejor no se meta con él”.

Es interesante que la universidad abra espacios de debate y conversación, pero sería más interesante aún que no se note el sesgo desde el principio, que no se les salga el “presidente” a quienes presidan el evento y que no se revienten las bocas de los que no están de acuerdo, de los que no estamos de acuerdo.

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