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domingo, 19 de junio de 2016

Soñarlo de nuevo


Anoche soñé con mi primo. En ese mágico escenario onírico, él se interponía en mi camino y me saludaba con esa sonrisa de siempre, con la que aún lo recuerdo a diario. Me decía que se había devuelto del país en el que vive hace algunos años porque allá no había oportunidades laborales, entonces que se venía 'del todo'.

Siento en mi cuerpo el abrazo que le di en el sueño. Puedo recordarlo y revivirlo. El beso que le di en la mejilla, la sonrisa que le regalé de vuelta. Las palabras que intercambiamos antes de que yo diera la vuelta en la cama y empezara a soñarme otra cosa seguramente no tan divertida.

La semana pasada cumplió años. 26, tres más que yo. De esos, casi 14 los disfrutamos juntos: jugamos, peleamos, aprendimos y nos ganamos varios regaños por todas nuestras travesuras. Siempre lo vi como mi hermano, más hermano que todos mis hermanos porque en ese entonces ellos estaban muy pequeños y no compartíamos los mismos gustos.

No pude felicitarlo, no tuve cómo. Ni siquiera las redes sociales fueron cómplices ese día, curiosamente una vez dejó de estar entre mis amigos de Facebook. Hasta hace algún tiempo le reclame con rabia a la vida que me lo hubiera quitado de esa forma, que nuestras vidas hubieran empezado a construirse de formas tan distintas. Que mientras yo seguía siendo la mejor estudiante de mi colegio, él hubiera decidido abandonar el suyo. Que mientras yo devoraba libros, él prefería devorar cigarrillos... sobre todo esos que no tienen marca. Que mientras yo planeaba todo mi futuro académico, él se quedara planeando cuál iba a ser su próxima fechoría para ganarse algo de dinero 'fácil'.

En mi cabeza permanecía una pregunta constante: ¿por qué te fuiste, por qué me dejaste? ¿Por qué de esa forma? Sin embargo, hace poco decidí despojarme de todas esas culpas y dejé de pensar en lo que pudo ser. Las cosas son así, no pudieron haber sido de otra forma, no fueron de otra forma. La realidad es otra y a partir de ahí debo empezar a construir. Los recuerdos, en ocasiones, terminan siendo un arma de tortura.

Me gustaría que él leyera esto, que me recordara, que supiera cuánto lo quiero. Me gustaría decirle que aquí sigo estando yo por si necesita algo, por si quiere hablar, por si quiere contarme algo de su vida. Me gustaría decirle que aún siento ese abrazo del sueño y el otro que le di en diciembre cuando vino un par de días de visita. Me gustaría que supiera que le deseo lo mejor, que respeto las decisiones que ha tomado, que todos los días le mando un millón de bendiciones para que las cosas le salgan bien.

Me gustaría decirle que no hay culpas, que no hay reclamos, que todo está bien; que feliz cumpleaños, que mis mejores deseos, que muchas felicidades; que ya lo perdoné por decirme gorda, que me perdone por decirle enano; que todo bien por el negocio de burbujas de jabón que no nos prosperó porque él le reveló la receta a nuestros clientes; que siempre que veo a su hermanito, a mi Cami, lo recuerdo a él y lo veo dibujado en esa misma sonrisa. Y que aquí sigo yo, que aquí estaré siempre.

Ojalá esta noche pueda soñarlo de nuevo.

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