Vistas de página en total

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Papaya partida


Hace varios días envié una solicitud a los encargados de EL TIEMPO.COM para que me permitieran abrir un blog con ellos. Escribí todo lo que me pidieron: título y descripción del blog, perfil del autor, periodicidad de actualización, imagen de perfil y primer post tentativo. Y con esa certeza descarada que caracteriza a los convencidos, esperaba una respuesta afirmativa, si no el mismo día, por lo menos al día siguiente.

Un día. Dos días. Tres días. Nada. Como le pasó a El barco chiquitico, “pasaron una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete semanas”. No hubo respuesta alguna. Tal vez, pensé, no habían recibido el correo por cuestiones de tráfico internáutico, así que decidí enviar otro mensaje en el que solicitaba información: que lo que pasa es que hace días… que no me han respondido… que me gustaría  saber… que gracias por la atención… Y nada. Segundo intento fallido.

Después de todo, me quedó ese saborcito molesto que deja el hecho de sentirse ignorado. Como generalizar es tan fácil, ahora solo tengo ganas de criticar la atención que brindan estos grandes medios de comunicación a los escritores jóvenes e inexpertos que queremos salir del anonimato y contactar a ciertos lectores que nos seguirán las pistas. Si yo fuera una gran y reconocida escritora, lo más seguro es que no me vería en la necesidad de pedir un espaciecito en EL TIEMPO.COM para publicar lo que hago de cuando en vez.

A uno la mamá le enseña a responder cuando le hablan, o por lo menos eso yo lo aprendí muy bien y sin necesidad de correa. Lo que me molesta de los señores de El Tiempo es que ni siquiera se hayan tomado la molestia de decir que no les interesaba mi participación y que gracias. Probablemente me hubiera puesto triste por dos horas y media, pero al menos hubiera tenido la seguridad de que atendieron mi solicitud.

Como las cosas no siempre son malas, y mucho menos en este país del Sagrado Corazón, la decepción que tuve por esa respuesta nunca recibida se juntó con las ganas que tenía de seguir escribiendo y de ahí nació un hermoso hijo al que decidí llamar Papaya partida. Y a este blog lo quiero más porque parar abrirlo no tuve que pedirle permiso a nadie, ni siquiera al autor de la foto de la papaya porque no tengo idea de quién la tomó (lo siento, la página estaba en chino, literalmente). Serán todos bienvenidos, pues, cuando quieran leer cosas que a nadie le importan, pero que a todos terminan por interesarnos.

Y si los señores de EL TIEMPO.COM me buscan, les diré que ya no… o, bueno: que lo voy a pensar. 

1 comentario: